Da igual que la frase acabe con la palabra niñato o con la palabra niñata, a todos nos ha pasado. Siempre pensamos que quien tenemos delante es una persona madura, con pensamientos ordenados y que, aunque sea para pasar un rato, son personas "normales":
- Taxista: ¿Dónde os llevo, señoritas?
- Marta: Lejos, muy lejos. Bueno o a Alcalá de Henares, que en verdad tenemos una fiesta allí.
- Sara: ¿Lejos Marta? ¿Qué te pasa? El sábado no apareciste...
- Marta: Lo siento, se me fue la hora. Y bueno, me lié con un niñato...
De repente, las risas de todos los ocupantes del taxi hicieron que los coches que había parados en el semáforo, se giraran para ver qué pasaba.
- Cris: Bienvenida al club, pequeña. Alex me ha dicho que es mejor que no nos veamos en un tiempo. Que está genial conmigo y le apetece que quedemos pero que realmente no quiere nada más. Me encantaría saber cómo funciona eso de que te apetezca quedar con alguien pero que prefieras no verle en un tiempo.
- Lucía: Si prefieres que se líe con una tía en tu cara y que luego te escriba para quedar como si nada.
- Marta: No jodas...¿te ha hecho eso Carlos?
- Lucía: Si hija, ayer fue una noche intensa... ¿a ti qué te ha pasado?
- Marta: Nada. Pero que le compre quién le entienda, he borrado el número y a otra cosa mariposa. ¡He intentado averiguar a qué juega pero es imposible!
- Sara: Yo le mandé un mensaje a Sergio y le dije de ir al cine el domingo. Me dijo que tenía planes pero que iba a intentar cambiarlos y que me decía ¿os ha dicho algo a vosotras? Porque yo todavía estoy esperando a que me diga que no puede...
- Taxista: Siento meterme, pero el problema es que os gustan los capullos. Seguro que a todas os ha rondado, el típico chico apañado, no muy guapete pero que os quería con locura. Y seguro que le habéis dado con la puerta en la cara. Al final os llega el niñato de turno y os tiemblan las piernas y luego a recoger trocitos de corazón por las esquinas.
- Lucía: Escúcheme, ¿yo puedo contratarle como psicólogo? Es decir, le pago por ser mi taxista de confianza y me desahogo en los trayectos. Eso sí, usted ha estado muy callado y le toca contarnos.
- Sara: Joder Lucía, no pongas al señor en ese compromiso.
- Taxista: No me llames señor que tengo tu edad. Lo mío es peor, yo no me he liado con una niñata, yo directamente me he casado con ella. Le saco siete años y siempre me ha vuelto loco, yo pensaba que esa locura era amor y con el tiempo te das cuenta que no supiste parar las cosas a tiempo. Lo hemos dejado y hemos vuelto tantas veces que a veces llego a casa y no sé si en ese momento estamos bien o estamos peleados. Pero el problema es que me acojonan/nos acojonan las mujeres, las de verdad, digo. Me acojonan las mujeres seguras, las que tienen las ideas claras, las que saben lo que quieren y tienen cojones para luchar por ello. Por eso al final volvemos a la niñata o al niñato de turno, porque la gente segura de si mismo nos da miedo, porque no estamos a su altura o porque creemos no estarlo y creemos que es mejor ser nosotros los que llevemos los pantalones.
- GPS: Ha llegado usted a su destino.
- Marta: Igual es eso, igual es que hemos llegado a nuestro destino. Igual es que perdemos el tiempo con niñatos y niñatas sin ver que el destino nos tiene preparado algo que nos haga vomitar mariposas...
Los taxistas son esas personas que todo lo saben, son como las madres: nunca se equivocan. Y aquello eran verdades como puños. No sé si el problema es aguantar cualquier cosa a cualquier precio o si el problema es no aguantar ni media. Creo que no hay término medio. Lo que está claro es que llega un momento en tu vida en el que no estás para perder el tiempo y que solo quieres a tu lado gente que te sume y no que te reste. Y da igual que tengas 18 años o tengas 55, no estamos para niñatos ni para niñatas. Y esa palabra no lleva aparejada una edad, porque la edad es sólo un número que no representa nada y puedes ser un niñato con 15 años o con 35. Lo que debe representar la edad es la mentalidad, la forma de actuar, la forma de ser, la forma de hablar, la forma de expresarse, la forma de actuar, la forma de cuidar a los demás, la forma de quererte a ti mismo...
Porque llega un momento en el que lo que necesitas es un hombre o una mujer de verdad, porque ya has aguantado demasiadas tonterías durante toda tu vida. Porque a los niñatos y las niñatas hay que prestarles demasiada atención para que no te aporten al final nada, y para cuidar de un bebé, ya cuidarás de tus hijos. Que si quisiéramos cambiar pañales o dar la papilla, nos comprábamos un cerdito vietnamita que por lo menos son graciosos.
Pero este tipo de personas, son tan solo personas inmaduras, que todavía no saben qué quieren en la vida y que no valoran la importancia de su tiempo y por eso, no les importa hacerte perder el tuyo. Y como dice un gran amigo mío: "si tú tiempo es oro, el mío es una reliquia". Porque cuando te cruzas con una persona inmadura, acabas por frustrarte porque esperas que actúen cómo tú actuarías. El problema es que tú maduraste después de hacer la comunión y para esas personas la única madurez que conocen es la del plátano.
Querida Marta, querida Cris, querida Sara, querida Lucía, querido taxista: ya lo decía mi padre "quien con niños se acuesta, mojado se levanta"...